Como cada mes de octubre,
la procesión de la imagen del Señor de los Milagros hace varios recorridos
tradicionales por la ciudad de Lima: 5 en octubre y 1 en noviembre. Este
desfile religioso es imitado en otras ciudades del país y el mundo, dondequiera
que haya devotos peruanos, e incluso se practica en una diversidad colegios
públicos del país con la venia de las autoridades, y la participación de
profesores, padres de familia y alumnos, pero, claro, no de todos pues sabemos
que hay minorías de creyentes de otras religiones e incluso de incrédulos de
ninguna.
En la capital del
Perú, cada procesión morada es seguida por decenas de miles de personas, muchas
de ellas portando hábitos de ese color, junto a vendedores de comidas y
mercancías religiosas (y, a veces, algunos amigos de lo ajeno). Y, por eso, hay
desvíos y congestiones vehiculares, en su paso por las calles limeñas,
ocasionando pérdidas irrecuperables tiempo a los transeúntes y pasajeros, sean
creyentes o no.
Lo más sensato
sería, respetando la libertad de religión, conciencia y tránsito de todos, que
los recorridos se cambien a fechas y horas no laborales para así no perjudicar
a los que necesitan transitar por el centro de Lima o La Victoria para salir a
su trabajo o centro de estudios y regresar a su hogar, por ejemplo, a los
sábados y domingos. O, caso contrario, ya que las fechas de las procesiones son
centenarias, éstas deberían realizarse en otras partes de Lima, como los
alrededores del Campo de Marte, de menor tránsito vehicular y humano. Los
tradicionalistas podrían argumentar en contra diciendo que las fechas
conmemoran terremotos históricos. Pero recordemos que ha habido sismos muy
trágicos en otros meses.
Para lograr eso,
las autoridades civiles tendrían que ponerse de acuerdo con las eclesiásticas. Evidentemente,
no estamos sugiriendo eliminar la procesión, por el contrario, si se organizase
de modo racional, incluso más creyentes acompañarían a la imagen en pos de
pedirle que les cumpla sus más caros deseos en relación a sus necesidades
sentimentales, económicas y de salud. Además, recordemos que desde el 2000, la
copia de la venerada pintura también salía cada viernes santo.
Si la Iglesia
católica peruana aceptara cambiar las fechas y lugares de recorrido de la
procesión, no sería la primera vez que se adaptara a los tiempos. Recordemos
que tuvo que resignarse en su momento a la libertad de culto de otras
religiones, el matrimonio civil, y los cementerios no católicos. Y, además, el
papa Pío XII, en 1950, permitió a los católicos considerar a la teoría de la
evolución como una hipótesis válida, pero que el alma la crea Dios y su colega,
Juan Pablo II, la reconoció como algo más que una hipótesis por los nuevos
conocimientos científicos en 1996.
Pero si se trata
de pedir al Jesús crucificado que resguarde al Perú de sismos violentos,
sabemos que éstos se pueden ocasionar en cualquier día. Por ejemplo, algunos
terremotos afectaron Lima y Callao el 24 de mayo, 1940, Áncash el 31 de mayo,
1970, el Sur del Perú el 23 de junio y el 7 de julio, 2001, y Pisco el 15 de
agosto, 2007, que causó 596 muertes, 148 dentro de una iglesia cuyo techo se
cayó.
Y, de ese modo,
las procesiones del venerado ícono de Pachacamilla (recordemos a Pachacamac, el
dios de los temblores andino) también se podrían dar en cualquier fecha del año
para la tranquilidad y comodidad de los fieles y profanos.

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