31/8/18

Laicismo no es ateísmo

Como ya es muy sabido la que fue Presidenta del CONCYTEC, la Dra. Gisella Orjeda, pidió en abril del 2013, por medio de un correo-e a los empleados del mismo que retiren las imágenes religiosas de las instalaciones de la institución que tengan dueño y sino hubiera quién las reclame procedería a obsequiarlas a alguna iglesia. Ante tal petición los empleados han buscado auxilio en el Cardenal Cipriani malentendiendo que se les restringía su derecho de ejercer la libertad de creencia religiosa. El Cardenal entonces cuestionó el que Orjeda ocupara tal cargo.
Hubo tal presión que Orjeda dio un paso atrás y canceló su pedido aunque sí se llegó a retirar una imagen colocada por los trabajadores en la década de 1990 (y que fue repuesta en 2017).
La Constitución dice que el Estado y la Iglesia son independientes.  Esto concuerda muy bien con lo que dice el CONCYTEC en un comunicado, “como todo espacio público, debe ser neutral”, no puede dar preferencia a ninguna confesión. Máxime si es una institución que promueve la ciencia y la tecnología, cosas muy distintas a la creencia en entidades sobrenaturales (dioses o seres humanos divinizados).
Esta separación entre Estado y Religión es lo que se entiende por laicismo. Un Estado laico, moderno y democrático entonces tratará de modo igual a todas las confesiones religiosas e incluso a las posturas no religiosas (agnosticismo y ateísmo), es decir, no privilegiará a alguna en desmedro de las demás: no propagandizará ni atacará a alguna, se mantendrá así neutral, aunque defenderá tanto la libertad decreencia (y no creencia) de sus ciudadanos dentro del marco de la Ley.
Así que no debemos confundir el tratamiento equitativo y neutral de un Estado laico hacia las religiones con el ateísmo (la postura que no existe dios alguno) y menos aún con la anti-religiosidad (una actitud hostil hacia la fe).

Icono en Concytec

¿Castigo divino?

Ante las terribles consecuencias, pero previsibles, del Fenómeno del Niño sobre la costa peruana que ha provocado un aumento de la temperatura y, así, de lluvias y desborde de ríos, similares a los de los años 1925 y 1957, algunos han escrito en las Redes Sociales que Dios ha castigado a nuestro país por la postura liberal del actual Gobierno por promover, supuestamente, la ideología de género en los colegios públicos.
Pero también se sabe que El Niño ya lo padeció la cultura preincaica de los mochicas (siglo II a.C.- VIII d.C.) por lo que realizaban, en su desconocimiento de cómo funcionaba realmente la naturaleza, incluso cruentos sacrificios humanos para aplacar la ira de su dios Ai apaec, en idioma mochica hacedor, o el dios degollador o decapitador, creador, protector de los mochicas, proveedor de agua, alimentos y victorias militares.
Así que los cambios climáticos y los desastres naturales siempre se han dado y ahora con el conocimiento científico actual sabemos cómo se producen y seguirán apareciendo, sea que hayan dioses o no, o que la gente en su desesperación, temor e ignorancia busque la misericordia de ellos.
Lo que si es imperdonable es que, ya teniendo conocimiento del fenómeno, las autoridades políticas, poder ejecutivo, alcaldes y presidentes regionales, no hayan tomado las debidas previsiones evitando de ese modo las lamentables pérdidas humanas y la cuantiosa destrucción material.

¿Y si Jesucristo no existió?


Desde el siglo xviii, con el francés Dupuis, apareció la teoría que Jesús no existió, que es un personaje mítico, o a lo más de novela.
Como diría el autor de la 1ra. Carta a los Corintios, cap. 15, verso 14: “y si Cristo no resucitó, el mensaje que predicamos no vale para nada, ni tampoco vale para nada la fe que ustedes tienen”. Pero la historia del cristianismo nos muestra que, a pesar de los excesos, abusos, discriminaciones, persecuciones, torturas, crímenes y hasta masacres--contra otros y entre ellos mismos--, por parte de los cristianos con gran poder político y económico, ha habido toda serie de aspectos positivos paralelamente. No solo el cristianismo realmente existente ha hecho grandes aportes en cualquiera de las artes creando maravillosas obras—de literatura, música, escultura, arquitectura, pintura, danza—sino también ha pregonado los grandes ideales de igualdad y búsqueda de la verdad y la justicia.
Así como siempre ha existido más de un cristianismo desde sus inicios –gnóstico, católico, arriano, ortodoxo, etc.—y en su desarrollo posterior-- cátaro, valdense, evangélico, adventista, testigos de Jehová, mormón, etc.--, en toda organización humana y, por ende, religiosa, hay matices que la muestran a veces retrógrada, y otras, progresista.
Recordemos que en el siglo xvi, casi inmediatamente después de la conquista española, con el uso de la espada y la cruz, de las culturas autóctonas del continente que llamaron América, se dio un debate sobre si los habitantes de estas tierras eran o no seres humanos. Unos, encabezados por el sacerdote católico, filósofo, jurista e historiador Juan Ginés de Sepúlveda, defendían la guerra contra los mal llamados indios, a quienes consideraba bárbaros y apenas humanos, en oposición a otros, liderados por el fraile dominico Bartolomé de las Casas, que defendían la idea de una colonización pacífica y denunció ante el rey español las crueldades que se hacían en nombre de Dios (¡pero a la vez estaba a favor de la esclavitud de los africanos!).
También recordemos en el pasado siglo xx la figura del pastor bautista Martin Luther King quien luchó hasta con su vida por los derechos civiles de los afro-estadounidenses.
Y así los miles y miles de hombres y mujeres que, siguiendo los preceptos del Jesús de los Evangelios (sean quienes sean sus autores) han ayudado a su prójimo en lo que han podido y con lo que han tenido (aparte de muchos de sus líderes, vividores y explotadores de la feligresía).
Así que, si Jesucristo no es sólo más que un cuento, las repercusiones de sus palabras y enseñanzas altruistas (perdón al enemigo, amor al prójimo) puestas en la práctica social en todas partes del mundo y expresadas maravillosamente en muchas de las grandes obras de arte han dado algo más de humanidad a nuestra especie.




¿Por qué la gente cree en Dios?*


Desde un punto de vista escéptico no hay seguridad de que haya un dios (monoteísmo) o muchos dioses (politeísmo) poderosísimos y originadores de todo lo existente o que esto sea dios mismo (panteísmo). Suponiendo que lo(s) haya, lógicamente no será(n) como los conocidos o pregonados hasta ahora, es decir, dioses muy humanos o súper-humanos. De hecho, no tenemos ninguna prueba racional convincente de su existencia –a lo largo de la historia todas han sido refutadas--. Sin embargo, normal y comúnmente la gente –los fideístas-- cree que lo(s) hay, no tanto por una convicción argumentativamente racional sino por una necesidad existencial aunada a la tradición imperante de la sociedad en la que se ha desarrollado.
A las personas les interesa que sus dificultades y problemas cotidianos como también los graves y extraordinarios -como el peligro de morir por alguna enfermedad seria  sean solucionados o que tengan buen término (a los padres que sus hijos sean buenos o que les vaya en la vida mejor que a ellos, a los hijos que sus padres les comprendan y les ayuden, a los trabajadores y empleados mantenerse en sus puestos de labor, al alumno aprender más y mejor o sacarse una nota aprobatoria, a la novia o novio que su pareja le ame o al menos que le sea fiel, a los militares que sus respectivos países ganen la guerra en caso de conflicto bélico, etc., etc.) Y muchas veces tales circunstancias pueden ser afrontadas de manera religiosa, es decir, invocando ayuda de lo Alto, rezando u orando a Dios, pidiéndole ayuda.
Empero no todos solicitan socorro divino en las mismas circunstan¬cias, crean en la divinidad (los creyentes poco religi¬osos y deístas que no aceptan la intervención de Dios en el mundo) o no (los agnósticos y ateos). Eso depende de su grado de autonomía, autoafirmación, autoconfianza y autosuficiencia. Imaginemos, por ejemplo, a un niño pedir a Dios que le ayude a aprobar un examen. De hecho, habrá otros que no necesitarán hacer eso pues han estudiado lo suficiente. En cambio, muchos adultos rogarán que la Divinidad les conceda el «milagro» de sanar un pariente o amigo  -e incluso ellos mismos - enfermo de muerte o agonizando. Tanto en el caso del niño como en el del adulto se apelan a fuerzas trascen¬dentes y divinas, no humanas ni naturales. Simplemente se reza o repite una serie de frases, se ora o habla a Dios (O a una pintura, escultura o icono religioso que lo repre¬sente o a seres cercanos a El - ángeles o santos- . Pero también se puede pedir ayuda a la foto de un pariente  generalmente ya fallecido , es el culto primitivo a los antepasados).
Algo muy parecido sucede con las personas que llevan una crucifijo o un rosario, una pata de conejo, una determinada piedra  como el cuarzo, una pulsera metálica, cierto color de ropa  como la ropa interior amarilla al recibir del año nuevo, una sábila detrás de la puerta de la casa, o que hacen ciertos gestos, ademanes y acciones como persignarse al pasar por un templo o al retirarse de sus casas e ir al trabajo y viceversa, el cruzar los dedos índice y medio, el golpear madera, el no pasar debajo de las escaleras, el evitar a toda costa no romper espejos ni cruzarse con un gato negro, el dar alguna limosna, etc., etc. Todas ellas quieren que les vaya bien y evitar el mal con la ayuda de ciertos objetos, partes de animales y realizando ciertas acciones, creen que obtendrán algún poder o protección de naturaleza misteriosa.
El creyente religioso, sea o no católico, se puede ofender por las comparacio-nes. Podría decir: «¡Son símbolos sagrados de mi religión y no superstición!». Pero no se ha comprobado que existan las fuerzas que representan, pero, se supone, que intervienen en una forma misterio¬sa en el mundo al ser llevados consigo como protección y ayuda, y así cumplen las mismas funciones que los objetos nominalmente catalogados como superstición.
Entonces vemos que la religión en el sentido mencionado está muy íntimamente ligada a lo mágico en cuanto a que se apelan a fuerzas misteriosas solucionadoras de nuestros problemas humanos y terráqueos. Pero también la religión puede ser vista y sentida como un medio para trascender nuestra cotidiana existencia, esto es, como un camino para alcanzar paz de espíritu o mente, como una guía moral de conducta en la vida. Con esta función se está buscando el crecimiento espiritual o desarrollo moral humano. Esto es, el creyente se olvida paradójica y temporalmente que es un ser de carne y hueso con sus propios egoísmos, pasiones y deseos.

(*Adaptado del libro del mismo autor: LOGOS: Los grandes interrogantes del hombre. Una introducción a la filosofía: geocities.com/rpfa/logos.html , 1999, pp. 39-41).

¿ES PORQUE SOY ATEO? CINCO COSAS QUE NO DEBES HACER EN EL PERÚ SI NO CREES EN NINGÚN DIOS O EN RELIGIÓN ALGUNA

1.     DECIR A LOS CREYENTES PRACTICANTES QUE ERES ATEO Si manifiestas tu incredulidad a tus parientes, amigos o vecinos creyentes practi...